
Para que la autonomía de una persona o un equipo funcione, es necesario considerar varios aspectos:
- Tener un objetivo compartido, unas expectativas acordadas entre ambas partes, que sean factibles.
- Unas competencias que permitan que se dé esa autonomía, lo cual implica que el desarrollo de las personas en la organización (a nivel personal y profesional) sea algo clave. Y esto no se trata solamente de formación, es cuestión de dar oportunidades, acompañar, ofrecer feedback constructivo cuidando a la persona, etc.
- Unas restricciones o límites claros (tiempos, recursos, principios, directivas o valores [E.g. Esto aquí NO lo hacemos tratando mal a la gente]).
- La información necesaria para poder tomar buenas decisiones (a veces no se comparte lo suficiente y se acaba haciendo algo que no aporta lo suficiente). Tiene que estar fácilmente disponible, comunicada todas las veces que haga falta hasta que llegue y se entienda, suficientes conversaciones alrededor del tema con las personas relevantes e impactadas, …).

¿Cuántas veces hemos tenido problemas por no tener alguno de estos ámbitos suficientemente claros o trabajados?
Todo esto permite que la gente esté motivada y tenga más compromiso (es una consecuencia, no una exigencia), pasar del empoderamiento a las personas al “ownership” por parte de las personas, movilizar la inteligencia colectiva y que puedan avanzar con confianza si aparecen problemas, creando un círculo virtuoso de confianza mutua en la organización (y, al contrario, no hay que crear sistemas de trabajo que impliquen un castigo por el error).
